De
idas y vueltas...
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Tres tristes Troilos / Diario Pagina 12 | |
Soy, o mejor,
era tanguero de oreja y de disco. Ni fui a los bailes de club ni bailé ni vi a las orquestas al pie del escenario. No tengo nada para contar a la hora o el día de los aniversarios memoriosos. Ni siquiera soy porteño y llegué tarde a la ciudad del tango, ya en los sesenta, cuando Piazzolla rompía las cáscaras de lo que quedaba por romper y sólo Julio Sosa arrastraba módicas multitudes. Así, más allá de las enfáticas actuaciones radiales presentadas por el envidiable Antonio Carrizo en mi infancia -"Troilo se escribe así, con 't' de Tango"- y alguna excursión nocturna de estudiante al Caño 14 de la calle Talcahuano, la primera vez que realmente escuché además de oír al gordo Troilo fue cuando un amigo mayor -Jorge Salcenes, que tenía más de treinta- me puso en el Winco un iniciático disco de Pichuco con Floreal Ruiz. Yo ya -o todavía- tenía veinte años de demorada adolescencia, era un boludo grande a mediados de los sesenta, y nunca había puesto la oreja a Flor de lino, Naranjo en flor, Llorarás, llorarás, tangos y valsecitos criollos de Manzi y Expósito que se me revelaron junto con la primitiva y velocísima orquesta de Troilo con Orlando Goñi al piano y la voz maravillosa de ese iinstrumento más, el gallego Floreal. Enseguida o junto con eso vino la compra de dos discos más: primero un majestuoso Troilo-Rivero ya de fines del cuarenta, con orquesta lenta y pastosa, antología de grabaciones de la Víctor donde están La viajera perdida, El milagro, La mariposa y Sur; y después el Tristezas de la calle Corrientes -también de la Víctor, pero en sus registros anterior al del Feo- que tenía lo mejor con Fiorentino: El bulín de la calle Ayacucho, el mismísimo Tristezas..., ese blues de Homero, Toda mi vida, De barro y no sé cuántos más que puedo llegar a inventar de memoria. Es decir: tuve en tres saques musicales de una década mítica el conocimiento directo de obras maestras de buen gusto y pericia extrema metidas en grabaciones de tres minutos cuanto mucho. Y con todo el espectro de la emoción en voces disímiles, de tono, registro y sensibilidad diferente: lo mejor de los brillantes pero melancólicos cuarenta está ahí. Y eso fue el primer Troilo que me tocó. El segundo fue sin voces. Fueron las grabaciones en cuarteto con la guitarra de Roberto Grela -creo que el disco surgió tras una actuación teatral- y que son de principios de los cincuenta. Ahí está todo, en términos instrumentales. El fueye y la viola se persiguen, se torean, se cruzan, se pisan, se hacen a un lado para dejar pasar al otro, frenan de golpe... Rompen todo sin necesidad de virtuosismo alguno. Maipo, Nunca tuvo novio -sobre todo- y una milonga velocísima que creo es La trampera te dejan sin aliento. Eso es verdad. Una antología absoluta y rigurosísima del tango no puede soslayar, entre diez, uno de estos temas. Pero además, como complemento, como compensación o equilibrio casi, por ese entonces me alcanzó el Troilo For Export, que más allá de su nombre espantoso encerraba joyas reveladoras de otra faceta del Gordo: el conductor de gran orquesta. Es un disco en que copa Julián Plaza como autor y la orquesta suena gruesa, solemne y sólida, con huecos precisos para la entrada ya retardada, alevosa del fueye de Pichuco, que es otro del de los cincuenta, mucho más pausado y gordo, un Buda de pocas palabras (notas)elocuentes, apenas soñadas con los ojos cerrados. Ahí están Danzarín,Responso, creo que incluso el Quejas de bandoneón al que le incorpora una cita de El pañuelito vive ahí, melancólico e inolvidable... El tercer y último Troilo triste -así, como "gordo triste" lo describió Expósito, que sabía de quién hablaba mucho más que yo y que casi nadie- no tiene su voz sino su recuerdo. Es el réquiem que le dedicó Piazzolla cuando murió, y que escuché y conservé en un disco (¿Trova, puede ser?) con dibujos de Astor y de Pichuco hechos por Sábat, el mejor: la Suite troileana. Son cuatro partes que evocan las pasiones, los amores del Gordo: Bandoneón, Zita, Whisky y Escolaso. No cabe sino el silencio. Sólo en Tristezas de un Doble A, que es posterior, Piazzolla pondría la botonera y los dedos a una temperatura tan acorde con las circunstancias. Eso es amor, perdonando la palabra. Troilo, un eterno y taciturno niño gordo y madurado a golpes de noche y de trasnoche, es responsable de muchos de los más hermosos tangos -suyos o encarnados por él- que nos hacen cantar y silbar con melancólico acento cada vez y todavía. Destino maravilloso para un artista. FUENTE : Pagina12/WEB, el pais a diario. http://www.pagina12.com.ar © 2002 Pagina12/WEB República Argentina - Todos los Derechos Reservados |
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De Homenajes... | |
NOVENTA BANDONEONES Luis Alposta
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De poesia y nostalgia... | |
"No los dejes, Buenos Aires" Son los sonidos lejanos Son sentimientos humanos En esa orquesta de todos,
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Ángel de Líbano Elorrieta
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Las Increíbles aventuras de Takagi San | |
Diario: LA PLATA HOCHI, Semanario Nikkei Argentino, 14.02.02, pag.4
"El corazón de Pichuco Troilo" La pieza en donde vivia en Montes de Oca y Suarez, era chica. Apenas entraba la luz y un placard. Me sentia asfixiado ahí dentro. Para hacer mis ejercicios tenía que poner la mesa de luz sobre la cama. Además me gusta mucho el tango y ahí dentro no lo podía escuchar. Durante mi adolescencia, en el Japón, me la pasaba escuchando discos de grandes maestros. Acá en Buenos Aires, siempre iba a un restaurante que estaba en la calle Suipacha. Una noche calurosa de fines de enero tocó Anibal Troilo, Pichuco. Yo lo fui a escuchar. En una pausa del concierto, me acerqué a él y lo saludé. Amablemente me hizo sentar en su mesa y me habló. No recuerdo bien que fue lo que me dijo ya que por ese entonces no comprendía muy bien el castellano. Pero hubo una pregunta que sí entendí: - ¿Cuándo nació? Me costó decirle la fecha, por los números. Pero finalmente lo dije: "El 27 de Febrero de 1925". - Ese día vamos a ir a tocar para Ud - me aseguró. Déme su teléfono. Saqué un papel donde tenía anotado el telefono
de Uchima san, el tintorero que me alquilaba la pieza y se lo dí
a pichuco. Yo pensaba que era algo imposible lo que me estaba pasando.
¿Cómo Anibal Troilo va a tocar para mi cumpleaños?
No. No podía ser cierto. Pero bueno no perdia nada. Estaba en mi pieza haciendo mis ejercicios. Hacia un calor sofocante. Creo que mucho tenia que ver la caldera de la tintoreria. Uchima san me llama. Era alquien en el teléfono para mí. -Hola señor Takagi. De acuerdo a lo que usted conversó con Pichuco, mañana es su cumpleaños y vamos a ir a tocar a su casa. Déme la dirección. Pasaron algunos segundos hasta que pude reaccionar y decirle la dirección. Despúes que corté permanecí duro por algunos minutos. Mi única reacción fue pensar: "¿Cómo hago? No lo puedo recibir en mi pieza. Es chica. ¿Pichuco y su bandoneón en mi piecita? No." Acudí a Uchima san y le comente mi problema (para mi era un problema). - ¿En serio Takagi san? - me dice. Es un gran maestro del tango, si es asi no se preocupe que yo le ofresco mi living y ademas me encargo de la comida. Usted no se preocupe. Ese 27 de febrero fui feliz. Troilo y algunos de sus músicos tocaron para mí, no en mi piecita, pero tocaron para mí. ¡Qué corazón tan grande que tenía Pichuco!
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Suena una canción desesperada... | |
Diario
de Yucatán, México, mayo de 2003.
" Suena una canción desesperada (*) Argentina radicada en Mérida. |
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